José Carrillo Toral, es periodista mejicano con muchas publicaciones.
En su perfil figura:
Soy tranquilo, inquisitivo y viajero. Me gusta conocer gente nueva, tradiciones desconocidas, lugares poco frecuentados. Trato de ser justo con los demás, y escuchar siempre todas las versiones. Dios y Patria.
Hoy tuve la gran fortuna de recibir este artículo, en el que José nos acerca con la tierna magia de sus palabras a recuerdos
que todos guardamos con celo en nuestra caja secreta, Olvidados ? ...
Quizas la foto de un bebe como este nos remueva la memoria....Y Jose lo sabe hacer con su pluma porque le sale de su
interior, el no ha olvidado que es hijo, y la vez padre de un maravilloso niño, Carlitos.
Para los que son papas ................................................................. A mi padre, con cariño y gratitud perennes
A veces me vienen a la memoria versos que me recitaba mi padre cuando yo era pequeño, y que reservaba para momentos de estrecha comunicación. Entonces creía que su intención era instruirme en la oratoria y la retórica, pero a la vuelta de los años he comprendido que su pretensión era inculcarme lecciones de vida.
Cada vez que escucho los poemas de Rudyard Kipling, o los versos de José de Espronceda, no obstante el nudo en la garganta, puedo seguir casi de corrido la declamación con los labios y el corazón, pues esas rimas me remontan a aquellos lejanos días de los pantalones cortos y las vacaciones largas, en que me sentaba a la mesa o en un sillón al lado de mi padre, para que me leyera poemas, o me asombrara con las leyendas y enseñanzas extraídas de su enorme colección de libros.
También lamento que en aquellos días no comprendiera el verdadero valor de un sencillo regalo que un día mi papá nos hizo a mi mellizo y a mí. Un póster tamaño media puerta (que es como decir muy grande), que tenía el dibujo de un niño con traje de fútbol americano, que estaba recibiendo el balón ovoide de manos de su progenitor, mientras éste le decía: “Toma el balón, hijo…”. Durante años estuvo adornando la puerta de nuestra habitación, y lo mirábamos todas las noches al encerrarnos para dormir. Pero en algún cambio de casa se perdió el impreso, y en el cambio de niño a adolescente se perdió el recuerdo de aquellas líneas.
Hoy, contra todo pronóstico y posibilidad, como un milagro patente, gozo la dicha de poder sostener en brazos a un hijo. Un pedacito de humanidad que trastocó mi vida, volteó de cabeza mi lista de prioridades y dio fin a mi etapa de trovador y bohemio, y al mismo tiempo me convirtió en el hombre más feliz y orgulloso del mundo. Ese pequeño que todos los días me sorprende con su capacidad de amar y confiar ciegamente, me permite comprender, hasta ahora, el porqué de muchas acciones y palabras que realizó y pronunció mi padre por nosotros hace tantos años. Gracias al amor por un hijo, hoy vislumbro la magnitud del amor de un padre.
Y recordando a ese hombre que veló por mi vida durante toda la niñez y parte de mi juventud, a quien siempre he amado pero no siempre he comprendido, ahora me dedico a coleccionar poemas, cuentos y prosas, para transmitir a mi retoño enseñanzas tan valiosas como las que me legó mi progenitor con paciencia y cariño. Y claro, busco aquellas que hace décadas escuchaba yo entre saltos de impaciencia, cuando mi entender me decía que pusiera atención, y mi querer me decía que había que apurarse a salir a jugar. Ahora mismo me sonrío al recordar cómo el viejo, al ver mi excitación, sonreía indulgente y cerrando el libro o interrumpiendo su declamación, me decía: “Anda, ya vete a jugar”.
Ya siendo adulto, muchas veces me pregunté cómo es que mi progenitor me ha soportado tantos años, y me ha apoyado y procurado sin rechistar, a pesar de mis desplantes, mi pésimo carácter y otros defectos que mejor no enuncio. Creo que ayer empecé a comprender el porqué. Y es que no importa si un hijo es bueno o mediocre, si parece un futuro premio Nobel o sólo un discreto profesional… lo que importa es que se trata de un hijo concebido en el corazón, aguardado con ilusión durante muchos meses, y al final recibido en brazos como un don de Dios. ¿Y saben qué fue lo que me iluminó el entendimiento? Cuando a punto de marcharme a trabajar, fui a despedirme de mi hijito, que balbucea mucho, grita hasta aturdir, pero todavía no habla; y sin embargo, al verme junto a su cuna me rodeó el cuello con sus brazos, me palmeó la espalda como yo le hago siempre que lo tomo en brazos, y luego me dijo con toda claridad:
—Te quiero, papá.
Sólo deseo que mi padre sienta lo que yo siento ahora. Sin duda, los que son papás comprenden a qué me refiero.
José Carrillo Toral.
Agradecemos a Jose su colaboración. Jose es el esposo de Gaby Hernandez.
El bebe, Jorge, tiene tres dias y es Sobrino-nieto de fercu y mary
